Tanto la calle Laietana como la calle de la Princesa se entienden como unas vías que comunican distintos puntos dentro del tejido de la ciudad, en cambio las callejuelas que atraviesan las manzanas constituyen los lugares desde los que se acceden a los edificios. Además, dichos callejones sustituyen a los patios privados permitiendo la abertura del espacio privado al exterior, así como el soleamiento, la ventilación,..., de manera que cumplen la función de estos dotando también al barrio de mayor espacio público.
La calle de la Princesa, a diferencia de las calles medievales, surge a partir del proyecto, con una idea de imagen, de proporción, y pasa a ser, por su forma, un elemento básico de la forma de la ciudad. Las calles medievales son resultado del crecimiento de las edificaciones, se constituyen como sus bordes.
Otra diferencia entre estas dos estructuras de vías es que en la calle Princesa aparece una visual de larga distancia que no es posible en los callejones, ya que la densificación del tejido medieval lo impide.
El esquema de los paramentos visuales varía desde las fachadas compuestas y regulares de la calle de la Princesa que supone una arquitectura representativa, hasta la inexistencia de esta en las calles medievales al generarse como yuxtaposición de elementos no relacionados compositivamente.
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